EL APRECIO ENTRE DOS PERSONAS Y EN LA SOCIEDAD
La palabra apreciar tiene varios significados, entre ellos: “Sentir afecto o estima hacia alguien”, “reconocer el mérito de alguien o de algo” y “aumentar el valor o cotización de una moneda en el mercado de divisas”. Las dos primeras acepciones son las más obvias; todos hemos dicho alguna vez que apreciamos a alguien, y sabemos también que apreciar implica valorar o reconocer las cualidades de las personas y las cosas. El tercer significado, el que se usa en el mundo de la economía y las finanzas, tal vez nos es menos familiar: cuando una moneda pierde valor en el mercado, se devalúa o se deprecia; si sube de valor, se revalúa o aprecia.
Lo mismo ocurre en nuestra vida psicológica: aquello que apreciamos crece o aumenta de valor en nuestra vida; mientras que lo que no apreciamos disminuye o se devalúa. Por ello, el doctor Tal Ben-Shahar, uno de los profesores más reconocidos en el campo de la psicología positiva, suele afirmar: “Lo que apreciamos se aprecia”. Este principio, aparentemente sencillo y redundante, tiene un gran impacto en nuestra felicidad y en nuestras relaciones con los demás.
Algo muy curioso es que el aprecio no solo reconoce las cualidades que ya existen sino que las nutre y las potencia. Esta es la base de una metodología muy poderosa, la indagación apreciativa desarrollada por el doctor David Cooperrider, de la Universidad Case Western Reserve (EE. UU.). Originalmente surgió como una herramienta para favorecer el funcionamiento de ciertas organizaciones y, actualmente, tiene implicaciones en muchos ámbitos, desde la vida familiar hasta el desarrollo comunitario y la planificación urbanística. El aprecio puede servir también para hacer planes de futuro en familia. Si se acerca el verano, podemos preguntar a cada integrante de la familia cuáles fueron sus vacaciones favoritas y por qué, para tratar de incorporar algunos de esos elementos a nuestros días de verano. La visión del pasado también se puede enriquecer si lo exploramos con aprecio y curiosidad. Nuestros abuelos son una fuente maravillosa de historias y experiencias; podemos hacerles muchísimas preguntas para que nos cuenten cómo vivían en el pueblo, qué era lo mejor de sus tantos hermanos y hermanas.
Cuando hacemos preguntas basadas en el aprecio, no solo obtenemos información sino que fortalecemos la relación con la persona que contesta y, probablemente, contribuimos a que su identidad se vea fortalecida. Recordemos que, al apreciar las cosas y a las personas, estas crecen y aumentan su valor. Si ponemos atención en lo que apreciamos en nosotros mismos y en los demás, todos ganamos
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